El General José Antonio Páez: Conoce su historia y ¿Cuál fue su aporte a Venezuela?

 

General José Antonio Páez 
1790 - 1873.

Nacido en Curpa, Estado Portuguesa el 13 de junio de 1790, Venezuela. El General José Antonio Páez fue un líder y prócer venezolano de nuestra gesta de independencia, que al frente de su ejército de llaneros, contribuyó al triunfo del movimiento emancipador encabezado por Simón Bolívar, donde el mismo Libertador destacó su papel en la decisiva batalla de Carabobo en el año 1821, con la que se estableció definitivamente la independencia de Venezuela del Reinado Español.


El Centauro de los Llanos.

Muy lejos de la Caracas criolla de ímpetus revolucionarios y asideros conservadores de finales del siglo XVIII, José Antonio Páez, un hombre de descendencia canaria, era hijo de Juan Victorio Páez y María Violante Herrera, ambos de muy escaza fortuna. Su padre vivía en la ciudad de Guanare y trabajaba para el gobierno colonial en un comercio de tabaco, mientras la madre atendia a sus ocho hijos.

Cuando tenía ocho años de edad, José Antonio Páez fue enviado por su madre a estudiar en una pequeña escuela de Guama. Obviamente, las letras no alentaban las expectativas de aquella familia, pues la colonia no reservaba muchos derechos para las clases desposeídas. 

Sin embargo, nada de esto sería impedimento para que su hijo se formara en aquello por lo cual se distinguiría. La escuela de Páez fue la que ofrecían los llanos de Apure, y su estirpe era la del llanero. 

Grandes extensiones de tierras con vastos pastizales húmedos, secos o inundados, según la temporada, componían el paisaje de esta especie de hombres, cuya actividad era lidiar con las bestias del ganado caballar y vacuno en un horizonte que sólo se comprendía a sí mismo.

Huyendo de un incidente que le costó la vida a un bandido que quería asaltarle, y al cual José Antonio Páez mató en defensa propia, por ésta razón terminó internándose en los llanos y se empleó como peón en el hato de La Calzada, propiedad de Manuel Pulido. 

Bajo las órdenes del negro Manuelote, esclavo de Pulido y capataz de la hacienda, aprendió todo aquello que un llanero debe saber: ojear el ganado, medirse en el rodeo, armar la yunta, herrar, enlazar, colear. 

Para todo ello tuvo que aprender a montar de forma tal que su cuerpo se fusionara con la bestia a tal forma de hasta parecer un centauro, de ahí su peculiar apodo; el Centauro de los llanos. 

Se volvió un hombre de hierro, de mucho temple. A a pesar de sufrir de una extraña  condición hacia que convulsionara cada vez que se enfadaba pero que al recostarse un rato y con un buen tobo de agua fría que sus compañeros le vertian encima, éste volvía en sí y hacía que Páez se volviera aun más impetuoso.

La ganadería se había convertido en ese entonces en un sustituto importante del arruinado comercio del cacao, y ello atrajo a muchos comerciantes a fundar haciendas allí donde conseguían rodear a unas cuantas bestias salvajes. Tal era el caso de Manuel Pulido y sería también el de Páez, a quien Pulido le ofreció la posibilidad de ayudarle en la comercialización del ganado en el hato del Paguey. 

Fue tal la destreza que adquirió Páez en esta actividad que decidió independizarse, conquistar sus propias tierras y vender su propio ganado.

Comenzó entonces una nueva vida para José Antonio Páez, que no abandonaría jamás. Cuando todavía ejercía de pequeño comerciante, en uno de sus acostumbrados recorridos de Acarigua a Barinas, conoció en el pueblo de Canaguá a Dominga Ortiz Orzúa, huérfana de diecisiete años con quien se casó en esa ciudad en julio de 1809. 

La vida conyugal se vería interrumpida por causa de la llamada Gran Guerra iniciada en 1811, y se nutriría únicamente de encuentros infrecuentes hasta 1821, año en que apareció Barbarita Nieves en la vida del futuro caudillo. Dos hijos nacieron del vientre de doña Dominga: Manuel Antonio y María del Rosario.


La independencia de Venezuela

Como tantos otros venezolanos, José Antonio Páez había permanecido ajeno a la intentona independentista del precursor Francisco de Miranda, que había encabezado en 1806 dos expediciones militares fracasadas al poco de desembarcar. Dos años después, sin embargo, las circunstancias históricas llevaron a una coyuntura mucho más favorable para aquellos criollos que aspiraban a la independencia: en 1808, Napoleon Bonaparte invadió España y obligó al monarca español a abdicar en favor de su hermano, Jose I Bonaparte.

Ello desató la Guerra de la Independencia Española (1808-1814), conflicto que fue en gran medida una desgastadora guerra de guerrillas alimentada por el rechazo popular al rey francés, cuya autoridad fue contestada con el establecimiento en Sevilla de una Junta Suprema de España e Indias, relevada en 1810 por el Consejo de Regencia de Cádiz. 

El vacío de poder en la metrópoli fue aprovechado por los múltiples grupos que, desde variados puntos de la geografía hispanoamericana, venían conspirando por la independencia de las colonias.

En la Capitanía General de Venezuela, el golpe de mano tuvo lugar el 19 de abril de 1810: el capitán general de Venezuela, Vicente Emparan, tuvo de renunciar a su autoridad en beneficio de la nueva Junta Suprema de Venezuela, teóricamente subordinada al Consejo de Regencia de Cádiz y por ende, al depuesto monarca español Fernando VII. 

En la práctica, y a instancias de la Sociedad Patriótica fundada por Francisco de Miranda, el Congreso Constituyente convocado un año después proclamó la independencia de Venezuela (5 de julio de 1811) y emprendió la redacción y sanción de una Constitución Federal.

Nada diferente sucedía en los llanos de Apure, donde la situación se vivió como un confuso llamado a las armas. Las noticias llegaban por intermedio de algunos dueños de haciendas, quienes, aterrorizados por la posible pérdida de sus tierras, decidían armar sus propios ejércitos. 

Tal fue el caso de Manuel Pulido, quien no tardó en convocar a José Antonio Páez  para que le ayudara a entrenar a sus hombres en pro de esta causa defensiva. 

En esa maraña de confusiones, cuyo resultado sería la capitulación de Francisco de Miranda (que había sido nombrado «generalísimo» del ejército republicano), pero ante algunos desaciertos en ese momento de un Simón Bolívar autoritario e intransigente,  aunado a la caída de la Primera República en 1812, Miranda capitula.

José Antonio Páez se definió como patriota y se incorporó a las tropas republicanas que mandaba Pulido.

El regreso de José Antonio Páez a los llanos se produjo en 1813; en 1814 se trasladó a Mérida, donde permaneció hasta septiembre del mismo año, cuando volvió nuevamente a los llanos. 

No saldría de este territorio hasta 1818, cuando sumó sus tropas a las del ejército del futuro «Libertador de América», Simón Bolívar, que había relevado a Miranda en el liderazgo del movimiento independentista. 

Reclutado y prófugo del batallón realista a cargo de Antonio Tíscar en 1813, José Antonio Páez logró armar progresivamente un poderoso ejército patriota que ya para 1818 era una de las principales fuerzas con las que contaban los independentistas. 

Hasta 1816, las batallas libradas por José Antonio Páez como capitán de caballería perseguían sólo el propósito de la defensa y conquista de nuevos territorios; la batalla de las Matas Guerrereñas, en noviembre de 1813, es uno de los combates que se destacan de este período. Entre 1816 y 1818, sin embargo, José Antonio Páez se consolidó como jefe supremo de los ejércitos llaneros. 

Su carisma era impresionante, y su temeridad, no sólo en la estrategia del combate, sino también en el valor de ignorar una orden si no estaba de acuerdo con los intereses tradicionalistas de Venezuela, le permitieron ganar adeptos en su escalada hacia la posición de máximo caudillo.


Arturo Michelena ilustró en Vuelvan caras (1890) la táctica favorita de Páez


Fueron los tiempos de las famosas batallas de Chire, Mata de la Miel, Yagual y Mucuritas; en ellas se peleaba con arma blanca, se hacía el rodeo al enemigo, y se empuñaba la lanza con la cual la víctima caía abatida, luego de haber sido levantada casi a la altura de dos metros por el impacto del arma sobre su cuerpo a la velocidad del centauro. 

Se atacaba por varios flancos en forma simultánea, por la retaguardia y especialmente a contragolpe, el estilo preferido del caudillo, quien se hizo famoso por la táctica de "vuelvan caras", "¡vuelvan, carajo!" o "volver riendas", que consistía en hacerse perseguir por el enemigo y repentinamente darse la vuelta y emprender el contraataque. 

Con el propósito de unificar los ejércitos venezolanos, Simón Bolívar se trasladó a los llanos para entrevistarse con el General Páez; el encuentro se produjo el 30 de enero de 1818 en el hato Cañafístola. 

La unión de ambos ejércitos se realizó de manera inmediata, gracias a la predisposición de Bolívar a otorgar tierras a los llaneros y al carisma de Páez para persuadir a sus hombres. 

Páez convenció a Bolívar de seguir una estrategia que los llevaría a enfrentarse con Pablo Morillo en las riberas del Apure y a vencerlo en la famosa batalla de las Queseras del Medio, el 2 de abril de 1819; con ello obtuvieron Páez y sus soldados el galardón de la Cruz de los Libertadores.

En 1821, después de un año de relativa calma, Bolívar rompió la tregua que había pactado con el general Morillo. Páez, acatando las órdenes del Libertador, partió a su encuentro desde Achaguas hacia San Carlos el 10 de mayo de 1821, con mil infantes, mil quinientos jinetes, dos mil caballos de reserva y cuatro mil novillos. 

La cita tenía como propósito planear la estrategia de aquella contienda conocida como la batalla de Carabobo (24 de junio de 1821), en la cual se venció definitivamente a los ejércitos realistas de Venezuela. 

"El bizarro general Páez (diría Bolívar al vicepresidente de Colombia), a la cabeza de los dos batallones de su división y del regimiento de caballería del valiente coronel Muñoz, marchó con tal intrepidez sobre la derecha del enemigo que en media hora todo él fue envuelto y cortado. Nada hará jamás bastante honor al valor de estas tropas. 

La conducta del general Páez en la última y en la más gloriosa victoria de Colombia lo ha hecho acreedor al último rango en la milicia, y yo, en nombre del Congreso, le he ofrecido en el campo de batalla el empleo de General en Jefe del Ejército."

La Cosiata.

La batalla de Carabobo supuso la consolidación irreversible de la independencia de Venezuela; pero dos años antes de llegar a esta culminación, Simón Bolívar había ya comenzado a materializar su proyecto de construir una gran confederación con las colonias liberadas. 

En 1819, el mismo año en que la victoria de Bolívar sobre los españoles en la batalla de Boyacá dio la independencia a la actual Colombia, quedó constituida en el Congreso de Angostura la «Gran Colombia» (1819-1830). Presidida por el mismo Bolívar, la flamante República agrupaba por el momento Venezuela y Colombia; pronto se incorporarían a ella Ecuador y Panamá.



La «Gran Colombia» de Bolívar (1819-1830)

La Venezuela adherida a la «Gran Colombia» había quedado dividida en tres departamentos: Venezuela (provincias de Caracas, Carabobo, Barquisimeto, Barinas y Apure), Orinoco (provincias de Guayana, Cumaná, Barcelona y Margarita) y Zulia (provincias de Maracaibo, Coro, Mérida y Trujillo). 

En 1821, José Antonio Páez asumió el cargo de comandante general del ejército del departamento de Venezuela, en cuyo ejercicio, pero movido por su espiritu federalista, republicano e independentista, acabaría convirtiéndose en el líder del movimiento de separación del fallido proyecto personalista del Libertador «La Gran Colombia», este movimiento fue conocido como como «La Cosiata» (cosa pequeña), el cual perseguía darle el carácter de Estado nación independiente a fin de consolidar la República de Venezuela. 

Bolívar, enterado de los acontecimientos en Perú, regresó a Venezuela con el objeto de poner orden, implantó una serie de medidas y ratificó a Páez en su cargo de jefe superior civil y militar. 

El fracaso de la Convención de Ocaña (1828), en la que fue imposible limar las asperezas, llevó a Bolívar a autoproclamarse dictador de la Gran Colombia, en un desesperado intento de salvaguardar la integración de su proyecto. 

Venezuela, sin embargo, continuó su proceso de separación y a finales de noviembre de 1929, una Asamblea celebrada en el Convento de San Francisco de Caracas desconoció la autoridad del Libertador y entregó el poder a José Antonio Páez.


En la presidencia de Venezuela

El 13 de enero de 1830 José Antonio Páez estableció un gobierno provisional y convocó elecciones; el 20 de febrero se reunieron las Asambleas primarias que eligieron a los diputados del Congreso Constituyente de Valencia; el Congreso, reunido a comienzos de mayo, nombró presidente provisional de la República de Venezuela al General José Antonio Páez, quien formó gobierno con la camarilla que siempre le había acompañado. 

Comenzaba entonces la titánica tarea de pacificar y construir un Estado que comprendía un territorio empobrecido y desarticulado de aproximadamente un millón de kilómetros cuadrados, con una población aproximada de 700.000 habitantes.

El Congreso aprobó lo que fue nuestra cuarta Constitución, conocida como la Constitución de 1830,  pactada de corte centro-federal y nombró a José Antonio Páez, en marzo de 1831, como presidente constitucional de la República de Venezuela para el período 1831-1835. 

El caudillo, que sería el eje central de la política venezolana hasta 1847, organizó una nueva oligarquía, hallada entre los antiguos hacendados y dueños de hatos, los generales beneficiados por el reparto de tierras, los comerciantes y la clase mantuana de siempre. Las bases del gobierno, aunque con algunos descontentos, eran medianamente sólidas.

La figura de José Antonio Páez  servía como mediación entre el Estado y los excluidos, mientras la oligarquía aseguraba su continuidad en el poder mediante el establecimiento de la participación censitaria en las elecciones y el voto indirecto. 

El presidente no logró ejercer el poder a nivel nacional en virtud de la desarticulación en la cual se encontraba el país, dominado por caudillos regionales sobre todo en las zonas de Oriente y los llanos. Sin embargo, Páez dictó algunas medidas de importancia, para reactivar la economía así como la organización de las finanzas públicas, la eliminación del sistema de alcabala, la supresión del monopolio del tabaco y de los derechos de exportación del café y el algodón.

El panorama político de 1834 perfilaba unos comicios reñidos. José María Vargas, representante del poder civilista, resultó electo por mayoría para el período 1835-1839. 

Pero inmediatamente estalló la llamada «Revolución de las Reformas», originada en las filas del ejército y liderada por Santiago Mariño, y nuevamente José Antonio Páez entró en escena con el objeto de pacificar la situación. 

En calidad de ministro de la Defensa logró apaciguar la insurrección; fue famoso su «Decreto Monstruo», en el cual se establecía la pena del cadalso para los cabecillas de la revuelta.

A pesar de haber implantado importantes medidas, sobre todo en la educación y la salud, José María Vargas renunció a su mandato en mayo de 1836, entre otras razones porque consideraba que Páez no le brindaba suficiente apoyo. 

El León de Payara fue otro de los apodos que recibió Páez con motivo de haber sofocado una segunda revuelta en 1837, mientras Carlos Soublette se encontraba a cargo de la presidencia.

En 1838 José Antonio Páez fue elegido nuevamente presidente constitucional de Venezuela (1839-1843). En este período Páez tuvo que afrontar el deterioro en los intercambios entre los países mono exportadores y los países en proceso de industrialización, pese a lo cual logró cancelar un 33 por ciento de la deuda contraída durante la guerra. 

Creó la Sociedad de Amigos del País y en 1842 repatrió a Venezuela los restos del Libertador Simón Bolívar. 

Paralelamente se creó la sociedad liberal caraqueña, futuro Partido Liberal de Venezuela, y el periódico El Venezolano, órgano de divulgación de la organización liberal, en franca oposición al gobierno de José Antonio Páez, quien siempre ejerció Gobiernos de corte Conservador de Derecha. Antonio Leocadio Guzmán se erigió entonces como uno de los líderes de la oposición.

Hacia 1847, el partido liberal había cobrado fuerza en varias ciudades y barriadas del territorio nacional; su carácter policlasista vaticinaba la guerra civil que enfrentaría a los venezolanos a partir de 1859. 

En marzo de 1847, José Tadeo Monagas asumió la presidencia de la República con el apoyo de José Antonio Páez, como estrategia de los conservadores para calmar las aspiraciones de los liberales, encarnadas en figuras como el citado Antonio Leocadio Guzmán y Ezequiel Zamora.


El «Monagato» y la Guerra Federal.

Sin embargo, no tardaría en instaurarse el llamado «Monagato» (1847-1858), década en que José Tadeo Monagas alternó el poder con su hermano José Gregorio Monagas, y Páez comenzó a sufrir las penas de la defenestración. 

En 1848, José Tadeo Monagas cometió un atentado contra el Congreso, y Páez asumió la defensa del mismo, esta vez por la vía del alzamiento y la revuelta. 

La primera asonada llevada a cabo por Páez en Calabozo y San Fernando terminó con la derrota del caudillo, quien huyó sin pensarlo dos veces a Nueva Granada. Desde Ocaña pasó a Santa Marta, en donde embarcó hacia Jamaica, Saint-Thomas y Curazao, para planear desde allí su segunda expedición.

El 2 de julio de 1849 desembarcó en la Vela de Coro con la intención de armar un ejército, pero falló en su intento y fue hecho prisionero y llevado al castillo de San Antonio en Cumaná. Mientras duraba su presidio, Páez era visitado por su hija María del Rosario y su esposa doña Dominga, reaparecida después de treinta años. 

Gracias a las diligencias de la esposa ante José Tadeo Monagas, Páez logró salir en libertad y embarcarse en el buque Libertador rumbo a Saint-Thomas. Hasta allí lo acompañó su mujer (28 de mayo de 1850) para cerciorarse de que llegaba en buenas condiciones, y cumplido tal propósito regresó para no volver a verlo jamás. 

De Saint-Thomas pasó Páez a los Estados Unidos, donde fue recibido con todos los honores en las ciudades de Filadelfia, Nueva York, Baltimore y Washington.

El país lo seguía aclamando ante las arbitrariedades cometidas por los hermanos Monagas; tal circunstancia explica su última participación en la vida política venezolana. 

Caído ya el Monagato, el presidente Julián Castro (1858-1859) lo nombró jefe militar. Había estallado la Guerra Federal (1859-1863), conflagración civil entre conservadores y liberales en la que el ya septuagenario fundador de la República de Venezuela iba todavía a tener su papel. 

José Antonio Páez, en Valencia, organizó una gesta para que triunfara el bando conservador, y sin más se marchó nuevamente a Nueva York.


Páez en una fotografía tomada hacia 1860. 

A su regreso, la coalición conservadora, encabezada primero por el presidente Manuel Felipe de Tovar (1859-1861) y luego por Pedro Gual, lo nombró comandante general de todos los ejércitos del gobierno. 

La estrategia de Páez era reconciliarse con los federales, pero esto irritó sobremanera al presidente Gual, quien entonces fue hecho prisionero; acto seguido se nombró a Páez dictador (1861). Sin embargo, sus intentos de negociación fracasaron, y en 1863 Antonio Guzmán Blanco le propuso abandonar el poder y firmar un acuerdo, el Tratado de Coche, por el cual se comprometían ambos bandos a terminar la guerra.

Los últimos diez años de la vida de José Antonio Páez estuvieron nutridos por los viajes que nunca había podido realizar y sus recuerdos, que convirtió en gloria. 

Después de un larga estadia en Nueva York, todavía tuvo tiempo de visitar Brasil y Uruguay, y de establecerse en Buenos Aires, donde intentó negociar establecer una actividad comercial con cuero de ganado y ganarse la vida como comerciante, pero al ser reconocido por el entonces presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento fue nombrado General brigadier honorario de aquella nación sureña. 

Regresó a Nueva York, de donde salió nuevamente hacia el sur en febrero de 1872. Cruzó el istmo de Panamá para viajar a Perú, donde fue recibido con honores, y vía México volvió a Nueva York, donde falleció el 6 de mayo de 1873 en un desolador y difícil exilio, donde no hubo riquezas ni lujos, fue embalsamado de forma gratuita por uno de sus amigos, un medico cubano que también estaba exiliado en New York, y fue enterrado hasta con remiendos en su ropa.

La autobiografía de Páez revela las múltiples facetas de un hombre que, movido por el azar de una guerra civil, pasó de peón de hacienda y comerciante de ganado a jefe de los ejércitos llaneros, gran caudillo y prócer de la patria. 

Un panorama de alianzas políticas y militares necesarias en un escenario de máxima inestabilidad trazó las circunstancias que posibilitaron a un individuo de condición humilde convertirse en el primer Presidente de la República de Venezuela y en un gran defensor de nuestro Estado nación. 

En este sentido, la multiplicidad de intereses que albergó la Independencia de Venezuela y el nacimiento de la República sin lugar a dudas encuentra su representación máxima en la figura del General José Antonio Páez.


Honor y Gloria para el General José Antonio Páez.!! 


Carlos Socorro 

Fundador del Blog Conservadores Venezuela 🇻🇪

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Fuentes históricas referenciales: 

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